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domingo, 16 de noviembre de 2008

EL REINO DE QUITO

HISTORIA ES LA CIENCIA QUE ESTUDIA EL DESARROLLO DEL GÉNERO HUMANO EN SUS ASPECTOS CULTURAL, RELIGIOSO, ECONÓMICO, POLÍTICO Y CIENTÍFICO.

POR LOS CAMINOS DEL TIEMPO

EL REINO DE QUITO

La existencia del “Reino de Quito”, de la cual nos habla el padre Juan de Velasco, ha sido cuestionada por muchos historiadores, pero no por ello deja de tener su propuesta una gran significación histórica.

El polígrafo español Marcos Jiménez de la Estrada- quien integró una misión científica española que visitó Ecuador y Perú en el siglo pasado-consideró la “Historia del Reino de Quito” una fábula, pero hay quienes sostienen que el “Reino de Quito” existió desde mucho tiempo antes de las invasiones incásicas, y que estuvo conformada por los Quitus, los Puruhaes y los Cañaris, que eran los primitivos pueblos que por esa época habitaban las regiones Andinas de lo que hoy es Ecuador.

Aproximadamente hacia el año mil de nuestra era, llegaron a las costas ecuatorianas en la provincia de Manabí grupos humanos llamados Caras, procedentes de Oceanía o quizá de Centro América, pero, tal vez por razones climáticas se dirigieron hacia el norte llegando hasta el río Esmeraldas y desde allí avanzaron a la región Andina. Los Caras conquistaron a los Quitus, habitantes de los que tomaron su nombre. El dominio de la monarquía estuvo representado por el Shiry, su figura máxima.


Los Quitus eran un grupo atrasado y débil: formaban un reino al parecer pequeño y mal organizado, por lo que no pudieron oponer una resistencia vigorosa a los invasores, y fueron fácilmente vencidos y subyugados por ellos.

Desde el año 980 hasta 1300 gobernaron 11 Shirys. Al producirse la muerte del Shiry Carán XI, quien no tuvo descendencia masculina, unió en alianza matrimonial a su única hija Toa con el heredero de la nación de los Puruhaes, nación a los cuales los Shirys no habían logrado vencer y conquistar.
A la muerte de Carán XI, Duchicela, hijo de Condorazo, asumió el gobierno de ambas naciones indígenas siendo reconocido por los Quitus como nuevo Shiry o señor. Duchicela gobernó hábilmente, consiguió la unión primero de los Cañaris, luego de los Paltas, entre otros, con lo que la nación quiteña creció inmensamente, pues abarcó desde entonces un territorio que comprendía toda la Sierra desde el Norte hasta Loja, pues como sabemos los Cañaris extendieron sus dominios en las provincias actuales de Cañar, Azuay y Loja. Con todo parece que el sometimiento nunca fue definitivo, pues ocurrían frecuentes rozamientos y desacuerdos que, algunas veces, tuvieron que ser resueltos por las armas.

Reinaba aún la dinastía de los Duchicela cuando el aguerrido y poderoso ejército de los Incas apareció en el Reino de Quito para conquistarlo.
Para ese entonces se encontraba al mando Cacha Shiry XV, quien fue el último de la dinastía y vencido definitivamente por Huayna-Cápac, logró salvar a su pueblo aceptando el matrimonio de su hija, la princesa Paccha, con el Inca vencedor.

De esta unión nació Atahualpa, último emperador del Tahuantinsuyo.

LOS INCAS EN EL REINO DE QUITO

A mediados del siglo XV el Reino de Quito fue invadido por el Inca Tupac-Yupanqui, quien al mando de un gran ejército empezó fácilmente a dominar los pueblos del Perú. Y luego por su técnica superior y disciplinada, logró, después de penosos y lentos avatares, vencer la resistencia de los pueblos del Sur del Reino de Quito que se defendieron heroicamente.

Cuando avanzaron sobre los Cañaris las cosas se pusieron más difíciles para los poderosos y bien organizados ejércitos incaicos, pues estos los rechazaron luchando con bravura, obligándolos a replegarse hacia tierras de lo que hoy es Saraguro, donde debieron esperar la llegada de refuerzos para poder reiniciar la campaña. Esta vez, considerando la inmensa superioridad de los Incas, los Cañaris prefirieron pactar y someterse a las condiciones impuestas por estos, que consistía principalmente en la entrega –como rehenes- de un hijo y una hija de los principales caciques, y el traslado de 15.000 cañaris en calidad de mitimaes, que fueron reemplazados por igual número de indígenas fieles al incario, que fueron traídos de otras regiones.
En territorio cañari Tupac-Yupanqui fundó la ciudad de Tomebamba (Cuenca), a la que rodeó de sembríos y canales de riego, y donde su hermana Mama Ocllo le dio un hijo al que le puso por nombre Huayna-Cápac; fue ahí donde entre 1460 y 1470 hizo construir el magnífico templo o fortaleza de Ingapirca.

Ingapirca es la denominación por excelencia de las edificaciones de una urbe esencialmente ceremonial construida por los Incas en el Atún Cañar.
La palabra es de origen Quichua y significa “Pared del Inca” o “Muros del Inca”.
En el Ecuador, el que mayor trascendencia, importancia y fama ha logrado es el complejo arqueológico conocido con el nombre propio de Ingapirca, situado a unos 8km de la población de Cañar, en la provincia del mismo nombre.
Inicialmente se creyó que se trataba de una fortaleza militar, pero investigaciones arqueológicas posteriores permiten asegurar que realmente se trata de un Tambo Real y de un Adoratorio o Templo dedicado al culto del Sol y de la Luna.

Luego de permanecer cerca de un año en territorio cañari, Tupac-Yupanqui volvió al Cuzco con el objetivo de gobernar desde la capital imperial, situación que fue aprovechada por los Cañaris para sublevarse y prepararse para la resistencia. Al tener noticias de la rebelión, el Inca organizó una nueva expedición, y al mando de un ejército de cerca de 200.000 hombres volvió para subyugarlos nuevamente. La muerte de miles de Cañaris y de sus principales caciques determinó finalmente el sometimiento de este valeroso pueblo.

Esperó entonces la llegada de nuevos refuerzos, y cuando completó 250.000 hombres se decidió a avanzar hacia el Reino de Quito.

Gobernaba entonces Hualcopo Duchicela, Shiry XIV, quien desde 1440 había establecido un reinado de bienestar y prosperidad que brindó a sus vasallos muchos años de paz; por esta razón, los Puruhaes –que conformaban el grueso de su ejército- habían abandonado las armas y se encontraban debilitados militarmente.

A pesar de ello Hualcopo se preparó para enfrentar a los invasores, y organizó la defensa de sus territorios designando para el caso, como jefe del ejército, a su tío, el general Epiclachima, quien siempre se había destacado por su valor y grandes dotes de organizador militar. Entonces, dispuesto a no rendirse, expresó: “Solo con la muerte perderé mi reino y mi independencia….”
Los dos ejércitos-incas y quiteños- se encontraron en la llanura de Tiocajas, en las cercanías del volcán Tungurahua, donde la lucha fue feroz y encarnizada: Puruhaes, Cañaris y Panzaleos se mantuvieron irreductibles enfrentando con heroicidad una larga campaña defensiva; pero la superioridad militar y estratégica de Tupac-Yupanqui no pudo ser rechazada por Epiclachima, cuya muerte en combate determinó finalmente la victoria de los cuzqueños.

Luego de esta victoria, los Incas conquistaron sin muchas dificultades la parte central de la sierra hasta llegar a la zona de Quito, donde establecieron un gran centro de poder con carácter básicamente militar, y organizaron como provincias del imperio a los territorios intermedios. Los Huancavilcas y los Chonos –valerosos pueblos que habitaban las márgenes de los ríos Guayas y Daule- engañaron a Tupac-Yupanqui, mataron a sus emisarios y no se dejaron dominar.
Tupac-Yupanqui no pudo vengar la afrenta, debido a que exigencias relacionadas con el manejo del imperio lo obligaron a regresar al Cuzco.

Poco tiempo después de su regreso al Cuzco, murió Tupac-Yupanqui, dejando como sucesor a su hijo Huayna-Cápac, quien en 1493 –al conocer que los pueblos del norte se habían vuelto a revelar- preparó una nueva campaña para iniciar una vez más la reconquista y pacificación de los pueblos quiteños.

Al poco tiempo de haber iniciado su marcha hacia el norte, Huayna-Cápac aceptó una invitación que le hiciera Tumbalá, cacique de Puná, donde fue recibido –al igual que los delegados de su padre- con muestras de aprecio, pero cuando los Incas se prepararon para volver a Tumbes, los punaes aflojaron las sogas de las balsas en las que estos debían viajar, las mismas que se desbarataron en medio del mar, causando gran número de muertos entre las tropas cuzqueñas.

Indignado, Huayna-Cápac volvió a la Isla con un gran ejército y exterminó a toda la población en edad de tomar las armas, dejando con vida solo a las mujeres y a los niños. Posteriormente pasó a la región de los Huancavilcas a quienes –para vengar lo que estos habían hecho a los embajadores de su padre- castigó también terriblemente.

Terminada la campaña en las regiones costeras Huayna-Cápac llegó a Tomebamba donde instaló su cuartel general.
Entonces, mientras reorganizaba su ejército y esperaba la llegada de refuerzos, el soberano se dedicó a embellecer la ciudad donde había nacido, levantando espléndidas construcciones como el Palacio de Mullucancha, construyendo acequias, y restaurando el gran camino imperial –iniciado por su padre- que debía llegar hasta el Cuzco.

Cuando terminó de reorganizar su ejército, Huayna-Cápac marchó hacia el norte para enfrentar a los pueblos que conformaban la confederación quiteña que se había congregado bajo el mando de Cacha Duchicela, sucesor de Hualcopo, a quien se padre había derrotado.

Para poder vencer la resistencia de Cacha –que contaba con el respaldo de otros jefes y caciques como Calicuchima, Nazacota Puento y Pintag, cuyos ejércitos peleaban con extraordinaria bravura y coraje- Huayna-Cápac debió recurrir a los más terribles métodos, aplicando con dureza feroces castigos en los que abundaron las mutilaciones, los destierros, las movilizaciones en maza y las matanzas colectivas.

Sólo así, luego de intensas y sangrientas luchas en las que ninguno de los dos bandos pidió ni dio cuartel, al no poder establecer sus dominios de manera definitiva el Inca decidió imponer un castigo ejemplarizador a los pueblos quiteños, y en 1945, en un acto de terrible venganza procedió a masacrar a más de treinta mil Caranquis de Nazacota Puento, a los que degolló a orillas de una laguna, cuyas aguas se volvieron rojas por las sangres de las víctimas. Por esta razón la laguna adoptó el nombre de Yaguarcocha, que significa Lago de Sangre.

Finalmente, para asegurar su dominio Huayna-Cápac tomó por esposa a la princesa Paccha –hija de Cacha-, de cuya unión nació Atahualpa, último emperador de Quito y del Tahuantinsuyo.


COMENTARIO:


La existencia del Reino de Quito es aceptada aunque no de la manera descrita en su totalidad por el Padre Juan de Velasco. Sin embargo le debemos a este personaje las múltiples interrogantes que se han dado a lo largo de la historia como producto de su obra. Es preciso considerar este reino como una de las varias confederaciones que se crearon en esa época con anterioridad a la conquista incaica. Pese a que tuvo poca duración, durante la cual no dejó sentado los cimientos peculiares de un pueblo con una identidad característica, es de gran importancia histórica para el Ecuador.
Quizá si el destino hubiese cambiado de rumbo y la invasión incásica no se hubiera realizado, o hubiera fracasado, tal vez a través del tiempo este “Reino” hubiera hecho nacer otra cultura, que habría trascendido por años.

Citas bibliográficas:

-Historia del Ecuador: Dr. Alejandro Martínez Estrada.

-Historia del Ecuador: Efrén Aviles Pino (El Universo)

- Libro del Escolar Ecuatoriano.


PREGUNTAS:

¿Por qué la obra del Padre Juan de Velasco es polémica para los historiadores?

¿Qué significó la conquista incásica para nuestros pueblos aborígenes
?

4 comentarios:

CaRoLiNa dijo...

Me ha parecido muy interesante tu ensayo, quiciera saber que fue lo que más te llamo la atención de tu ensayo y porque?? y que factor fue el que te insito a publicar sobre esto ?...

Unknown dijo...

Muy buena investigación saber nuestros orígenes

Unknown dijo...

Muy buena investigación saber nuestros orígenes

Unknown dijo...

Amigo dónde puedo leer más sobre los quinientos años que perduró el Reino de Quito y su cultura antes de la conquista inca. Gracias

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